viernes, 4 de mayo de 2012

Tronos de fuego, árboles magicos

Sobra la comida, pero no me sabe. El humo no invade completamente mis pulmones y logra desesperarme de los nervios. Los árboles parlantes de mis sueños no me escuchan y el trono de fuego poco a poco se apaga.
Sótanos interminables que ocultan un mundo mágico en el que soy una solitaria reina que tras una batalla fue coronada. Reina de la desolación le dicen, sentada en su trono blanco cubierto de fuego con un árbol de consejero. Rodeada de mágicos seres en bibliotecas kilométricas que se sumergen en mares de escaleras, busca la ambrosía que calme todas sus dolencias. Bajando descubre que ahí no se encuentra su hogar, ya es muy tarde para regresar. Entre salas y juegos vislumbra objetos de adoración, con nombre y apellido. El poder imaginario no es suficiente para ordenar y adquirir todo lo que desea. No es de tu propiedad aunque lo quieras creer y soñar.
A norte descubre un mundo nuevo, donde el suelo se vuelve pared y no logra poder escalarlo cual montaña. Se deja caer, y los enemigos abusan de su poder. Ruega por la muerte, pide que acaben con su miseria de un tiro. Al propio gran traidor entrega su cuerpo y en el pasto se deja caer a su merced. Que sea ya, que no duela más. Tras el estruendo del propio disparo, siente todavía su respiración. Acaso la tortura nunca terminará? Pregunta para sus adentros. Otro estruendo, otro disparo y ahora logra sentir como su garganta se cierra y desgarra a la vez, deja de respirar y se vuelve a despertar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me recordó muchas cosas; un relato oscuro el suyo, realmente. El final me recordó a una muerte en especial; el cortar la garganta.

Mirando, altivo, uno observa. La desesperación, el odio y el dolor inundan los ojos de su presa. Abre la boca, intentando respirar, intentando decir unas últimas palabras, pero la voz se apaga lentamente, como la última hoja que lentamente se desprende del arbol. La tibia sangre se enfría, mientras que en la desesperación siente como la sangre se aleja, para tenderle un suave manto bajo su cuerpo, que ahora yace inmovil, totalmente a la merced del tiempo. La luz de los ojos comienza a menguar, y la negra oscuridad toma parte en el sufrimiento. La Sangre se enfría, y en un último intento el cuerpo se mueve para huir de ahí, para cambiar su destino: inutilmente se rinde, y el frio abrazo de la muerte lo arrastra, bajo la atenta mirada de la hoja de un cuchillo que aún chorrea una vida arrebatada.

Gojira dijo...

Dedicame algo a mi Pepa.