sábado, 28 de julio de 2012

Que lluevan cristales

Claman por mi las voces, pueden arreglarlo todo y dejar las tristezas afuera. La última copa tiene nombre de demonio, otro de los tantos con los que día a día lucho. Donde el tiempo no tiene dueño y nos tortura en vuestro propio infierno. Pasan los días y las alegrías sufren desgastes, el viento las arruina y quita el color de la vista.
Queda sin decir una última nota en el recóndito escondite de mi captor, tan mío como tuyo, tan nuestro y de nadie al mismo tiempo. Jode el tiempo del que somos maestros, en armaduras de espuma disipa las dudas de una canción en la luna. Que lluevan cristales y las cicatrices no sanen, riendo al son de nuestra muerte resuelvo la duda de quién esta noche me ayuda. Porque ningún lecho es demasiado duro para que mi corazón descanse en los inviernos de mil lares.
Entre los equipajes que guardan esos recuerdos quiero ver tu cabellera al viento jodiendo el día que desborda en nubes, tan magnífica es una mirada que encarna la necesidad. Quiero concederme un antojo más, siempre volver a buscar en cualquier bar placebo para calmar el llanto de no estar.

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