Aunque me desangre y el musculo deje de bombear, no sucumbiré ante tu redención. Incluso si mis rodillas se desgarraran ante tu imponencia fría como una esmeralda, no me arrodillare. Incluso jurando y perjurando carecer de orgullo, planeo no quedar sumergida una vez más en el mar de los desamores, ahogándome en lagrimas con sabor a sustancias.
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